La mañana, me pilló con su bautismo, nueva agua que renueva y mata. Me encanta con su hechizo, me ayuna fría con una tempestad. Me calma y me deshoja, me pone en blanco, me pone en duda, me exclama…
Y lejos, suavemente, llega flotado un ala caída de su pájaro a mi puerta del patio, sin sangre, sin coágulos, empapada en lágrimas salitrosas, y solita, busca refugio nuevamente.
Me regalaba esperanzas y me tiraba uno que otro desolado sueño, perdida, desahuciada sin saber a donde ser ella, y como volver a estar en el aire.
No extrañaba a su ave, mucho menos nos ilusionemos románticamente, que extrañaba a la otra ala que la completaba, ella sádicamente, me confeso…
Solo estaba en esa relación para volar.
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