sábado, 16 de agosto de 2008

Galeano y la universidad del café...

Cuando lo llamé a Ricardo Ragendorfer para que empezáramos a armar la redacción de Miradas al Sur, nos encontramos a tomar café y me dijo: hubo un tiempo donde los diarios se hacían en los bares. Galeano se formó en los cafés de Montevideo, en esos grandes, de estilo, que poblaban la avenida 18 de Julio al igual que las librerías donde se encontraba a Julio Cortázar, Carlos Fuentes y José María Arguedas junto a José Carlos Mariátegui, Ernesto Guevara, Carlos Marx o Mao Tse Tung. En los cafés se formaron pensadores y militantes. Galeano advierte que están en extinción. La cultura del café es un ritual sencillo, consiste en juntarse con otros a cultivar la amistad, a integrarse, a gozar de la historia que nos cuenta otro, “sin plazos y sin temas” al decir de Galeano. La cultura del café es ampliamente democrática, ahí se practica la tertulia, con asistencia del erudito y el caradura, del fantasioso y el que perdió el trabajo. Todo por puro gusto y amistad, al módico precio de las ginebras o los cafés. Yo tuve por primera vez en mis manos esa obra básica llamada “Las venas abiertas de América latina” a los 18 años. Pensé, imaginé que su autor debía ser un erudito salido de grandes universidades. Tenían que pasar los años para entender al Galeano que llegó a las letras y al periodismo con la misma naturalidad con la que fue obrero en una fábrica de insecticidas. Tenían que pasar los años, sobre todo, porque ahora el paisaje urbano es demasiado otro: cada cual va al boliche que le corresponde a su territorio. Los motoqueros toman birra entre ellos en las veredas de Constitución, mientras que los muchachos y las chicas de clase media alta van a bares discretos -y caros- en barrios elegantes. Cuántas historias se pierden en el camino cuando no podemos integrar la diferencia. El dictador Francisco Franco, al restringir la libertad de reunión, prohibió los encuentros de cafés en España. Para los falangistas, los bares eran un semillero de republicanos y anarquistas. Si no cuidamos nuestros cafés y nuestra cultura de integración, ¿no corremos el riesgo de que muchos potenciales Galeanos se queden sin contarnos la Historia?

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